lunes, 15 de febrero de 2010

Playa Blanca

Haciéndose difícil el escribir a tiempo real, tenemos que mencionar algo con las Islas del Rosario y especialmente Barú, que visitamos previo a dejar las mochilas grandes en "La Española", el hostal que controlamos como si fuera casa. En Playa Blanca, Barú, nos quedamos a dormir en "Lo de Hugo", en una choza que conseguimos frente a la playa (literalmente choza: maderas y ojas de palmas, sin ventanas, sin espacios). Pasamos una noche excelente, sin rumba, pero con el sonido de las mansas ahi, que casi se tocaba, y las estrellas de fondo. Comimos langosta bajo el azul de la noche, más buena que el paisaje al caer la tarde, hechizada, cual llamada de Yemaya, escapada de prospectos turísticos.
En la isla sólo hay luz de 7 a 9 de la noche, via un grupo electrogeno, y despues la nada, o las estrellas proyectadas en el turquesa y la sal del mar. Quien pudiera retratar a esa hora de cinco de la tarde, auténtico nectar de vida, a la hora que el sol cae en Baru y esta a diez pasos la luz azul del infinito, de viaje que no quiere regresar, de acordeones que naufragan y suspiros de brisa. Bahia y quietud, de vallenato y horizonte, en un tiempo antes de caer la noche y la bajamar de Playa Blanca se proyecta con todo su latido: hay en el paraje hasta un jardinero italiano, increiblemente cómico, un ingeniero aleman, un psicologo argentino (que el paraíso casi hecha al diablo) y dos aspirantes necios de politicos. Despues de la cena, hablando desde el fascisco hasta Berlusconi y Peron, desde el futbol hasta los paisajes de Sudamerica y Europa, y con unos ronos de más, casi alcanzamos la cima de una especie, un autentico reino de este mundo, seis almas esperando sabias de piratas muertos y luna mulata. Casi uno, se podria decir que habia hasta un jardinero italiano, o aleman, o argentino, o politico, en comunion de estrellas y descanso eterno, afirmando la orbita de la libertad y despreciando las vanidades, la noche nos despertó con el sonido de la marea, a eso de las 9 y con el turquesa en los ojos.
El sabor de ron que cae despues del mediodia, de olas que empujan rimas, y condenan la tarde que debiamos volver a la civilizacion, maldijeron el viaje a Cartagena en un barco altamente movido por la marea furiosa, a eso de las 5 de la tarde y con el hechizo de esa playa aun vigente.
La noche de Cartagena nos hermanó con dos chilenos que no tenían mesa en la Pizzeria de Antoniu`s, barrio probre de Getsemani, e hizo acercar a dos latitudes y mares que siempre se miran con desconfianza. La noche nos terminó en el "Havana", un bar estilo cubano de la Havana vieja, a escasa cuadra de nuestro Hostal, entre mojitos y trompetas de son. El otro día fue arduo, Bocagrande un rato, salida para Barranquilla y sus carnavales que estaban mas que demandados y nos hicieron llegar a altas horas de la noche a casa de Margarita y la hospitalidad de su familia.
Escribo esto en un rapto de la fiesta de todo un pueblo, el parrandero y barranquillero sitio, que sin dudas hace que cualquiera de los festejos populares quede pequeño. Aqui se goza y se vive el carnaval en cada calle, en cada casa con musica estruendoso, con sus botas llenas de ron, y el mundo desaparece por 4 dias, hasta que el entierro de Joselito, la leyenda que dice que "no estaba muerto, estaba de parranda".
Sin tiempo debo terminar estas lineas ya casi sin sentido ni ritmo, a las apuradas. Trataremos de contar algo de lo vivido ayer en el Estadio Metropolitano con el gran Juan Luis Guerra en la proxima, y acercandonos algo al sentimiento de este pueblo costeño.

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