jueves, 21 de diciembre de 2006

Que maldición separa

Un verso que refleje mi gratitud,
y el miedo a perderla, quisiera.
Uno que contenga mi quiebre y el sonido,
de las noches, como hoy, detenidas.

A la niña de Panamá

Para pagar una deuda, se escriben mis versos.
Una deuda pequeña, escasa, sin riendas.
Esta vez es para ella, las palabras sin las alas:
la que me mostró las penas, los ángeles, y sus ojos;
la que me mostró a Buesa.

Tu repaso en Cumaná

"Aquí esta el donde y el cuando
de cuando sueño contigo;
aquí esta donde te digo
lo que te digo soñando"
Andres Eloy Blanco

Hoy me recuerda este mundo tus manos,
cuando me tocan y olvidan aquel mundo.
Descanso de ti y a la vez me lleno de tu recuerdo,
como alguien que elogia los imposibles.

Juangriego

Lánguidamente se ostenta
este atardecer caribeño,
cuando menos espera
su presencia,
no por no quererla,
sino por el trayecto a su latido.


El aroma de brisa perpetúa, la noche
en que fui torpe y ella callada.
Dice que no habla de penas,
precisamente porque son penas.
Pero la noche, desconfiada, es la propicia.
Y su cuerpo, recordando, se mece al mío.

Fotos en Juangriego




Fotos de Nazareno. Juangriego, febrero de 2005.

Socavas el horizonte con tu ausencia

Detenida está la distancia que me separa
del vientre de tu anchura y humedad.
Desgrano el meditar de esta mañana
en que supe que te vas.

Dispuesto a ser escriba una vez más
del rojo carmesí, de tu fragancia.
Del seco e impávido despertar
que brindas cuando estas.

A Andrés Eloy

Te conocí poeta,
curioso por tu verso,
que sabe a guayaba, tristeza y parra.
En la ciudad del oriente cercano,
en Cumaná.

Savia te dio vida,
que entregaste a la justicia, labrada
al costado del Manzanares.
Pero a mi parecer, fue tu pluma,
simple, humana, cercana a mi,
lo que deslumbra tu gloria.

Prosa de prisa

Hoy apareció tu pelo por la tierra de Sucre,
atravesada por el Manzanares y los poetas muertos,
como quien recela del destino que lo atrapa,
como quien quisiera relegar tus formas,
pero cree en tantos imposibles.

Hoy te ojee desde el recuerdo que llevo de ti,
detrás de un asiento, volviendo en historia el letargo.
Hablando de lo frió con la dulzura de una guayaba,
Andando con un penar que llama a curarte abrazados.

Acaricia tu boca, tu pelo huye de lo rosero,
como quien juega con tus ojos a descifrarte,
y vuelves la tristeza en esperanza nueva,
corriendo a versos los fantasmas que te sobrevuelan.

Cumaná, Venezuela, 25 de febrero de 2005.

sábado, 5 de agosto de 2006

Platero y yo

“Platero, tú nos ves, ¿verdad?”


Estoy en la tierra del poeta de mi infancia. Andalucía esta plagada de carteles que te recuerdan. Platero, el pequeño, peludo, suave. Platero y yo. Huelva descansa su orgullo de esfinge global, a Moguer que hiciste inmenso en mi niñez. Pero en toda la comunidad verdiblanca, andaluza y de aceitunas, estas presente. Platereando los caminos secos y los olivares del horizonte.
Poeta con mayúsculas. Premio Novel de las cuartillas y las bulerías. Elegía andaluza. Advertencia de hombres. Recomendación de madre. ¿Por qué me retienes?. ¿Por qué me recuerdas a niñez gerliana encoplada, a callejuela en gris de arteria, a puentes viejos en higos morados?. “Acero y plata de luna, al mismo tiempo”, fuisteis. Sos hoy recomendación a niños.

miércoles, 2 de agosto de 2006

Fuente Vaqueros

"En este pueblo tuve mi primer ensueño de lejanía. En este pueblo yo seré tierra y flores".
Federico Garcia Lorca

Tomando un bus de Granada, ha 50 minutos de pueblo y olivares, y paradas y humedad, se halla Fuente Vaqueros. Los autobuses parten de la Avenida Andaluces, al lado de la estación del Renfe de Granada, y después de visitar La Alhambra, justo habrá que reconocer, poco queda al sorprender humano. Irrisorio queda para el ojo sensible. Pero “Fuentevaqueros” tiene hechizo. Y no por ser el pueblo natal de Federico.
Es mi primera soledad de viaje en esta Andalucía de magia. El bus sale repleto de pueblo, de señoras con bolsas de mercado, de niños que protestan llegadas, de olores de albahaca fresca, y llega al pueblo sin nadie. El chofer me avisa de la llegada con una mirada cómplice, cuando la calle de las Islas se hace catedral y el Paseo de la Reforma nace, diminuto, como sus dos cuadras.