Un verso que refleje mi gratitud,
y el miedo a perderla, quisiera.
Uno que contenga mi quiebre y el sonido,
de las noches, como hoy, detenidas.
Destajo de noche de verano,
que ocupa lunas y días sin verla.
Vuelvo a mi lugar, y no esta completo
sin su aliento en el mío, cercano, contiguo.
¿Quien dijo que las leyes separan amantes,
y no soledades, cansancios, regresos?
¿Que mueca del destino quiso que ame
su risa de nocturnidad más que a mi tiempo?
Y la noche de mar me dice
que hago aquí, sin ella.
Y el agua de la noche pronuncia
una cadencia de otro mundo.
No quisiera escapar de mi infancia,
que surcó aquí sus vidas de mar y sol,
y redimirme en sus tristezas y desconfíes
para que nada dude, excepto del atardecer.
Alumbrar la noche y arroparse,
en el vacío de esta ansiedad,
de no tenerla, del que quiere separar,
lo imposible, y declarar marchitos los ayeres.
Sé que duda de lo indudable,
cual quiero lo imposible, a veces.
Pero un hombre que no hace
nada por su tiempo; no lo es tal.
Cuando su tacto no entiende el saber
de otros lados, de hazañas, o lisonjas.
Recuerdo esta vigilia de penumbra,
las bulerias andaluzas, a su lado,
que mágicas, volaban en su pelo
haciéndola más mía, sin serlo.
Musa de calles y aceitunas
que me descubrió a su lado.
En colección de arropos, y piel
de besos gitanos y brujos.
Ojala consienta el mundo su andar,
hecho a mi medida, tenue, vibrante.
Hablando de sentimientos, cual no yo.
Haciendo del pecado el todo atrincherado.
Cuando me siento herido,
y su viento en la cara,
me espía, recuerdo,
que le jure monumentos a su espalda,
gotas de calendarios y sueños,
y vicios para olvidar penas.
Sabe a ron este recuerdo,
que consume lo ultimo de la noche.
Acá donde se escriben los textos,
y se pregunta uno, por los sacrificios
del porvenir, una vez más.
Me voy a dormir en quietud,
como ahora. Sin tenerla.
Con su recuerdo.
Huérfano e incompleto.
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