jueves, 23 de agosto de 2012

Napoles. Ischia. Procida.

"La poesia no es de quien la escribe sino de quien la usa". Esta frase que el cartero Mario le decia al poeta Pablo Neruda es de Il Postino, ese film hermoso que vi alla por 1994 o 1995, no recuerdo muy bien el año. En italiano, claro, estaba escrita en el Bar que da al puerto de barcazas de la Isla de Procida, en la zona de Corricella. El Restaurant diminuto y marron que mantiene la frase en su puerta de "Vino e comida", debajo de una escalera que comunica al arriba del hogar. La Isla, pequeña y volcanica, mantiene la misma hermosura que aquellas imagenes filmicas trasladaron iluminadas, sin tiempo, a mis edades jovenes. Mantiene tambien la Spiaggia de Chiaia, la mas hermosa hasta el momento, de arenas negras, de agua inmensamente transparente, a la que llegamos tras una hora de caminata infernal de sol positano.
Procida tiene el devenir de las urbes a las 6 de la tarde, a la hora del sol, en su puerto empedrado. Solo a esa hora, cuando los buques zarpan de turistas curiosos que llegan por dos horas. El resto del tiempo es otra isla, es otra cosa. Esta otra Procida enamora, cual letras poetas y canciones suaves, cual madreselvas y Beatrices. Bendineando en las aceras, con sus casas amarillas, rosadas, blancas, despintadas, uno se traslada a las primeras letras, las mas hermosas, a esos silencias que te llaman. Como el degustar un cafe antes de volver al barco que nos traslada a Ischia, donde hago base, donde me pierdo en sus arribas y abajos, en sus riscos y playas.
Isola D'Ischia, la otra isla, la mas grande (incluso que Capri), se acerca tambien a perfeccion. A verdor transparente. Sobre todo despues de venir de un dia ajetreado de Napoles, de Hotel Clarean y Piazza Garibaldi (algo asi como Plaza Constitucion nuestra), donde habia un hombre sentado en una reposera que dormia en la puerta, donde el planeta de vicios y dolientes te golpea en la cara. En la ciudad de dios nos durmieron 50 euros falsos, que luego con rapidez extrema volvimos a pasar (y derivaron en la frase "a veces se gana, a veces se pierde") y comimos, por supuesto, la mas exquisita pizza en la Via del Tribunale, en pleno casco viejo napolitano, entre fotos de Maradona y Lavezzi.
Otro dia ya es y sigo en Ischia, a la que llegamos saliendo en un ferry desde el puerto napolitano y azul. En el otro puerto, en el de Ischia, el bus y el calor recorren Casamicciola y Lacco Ameno, llegando finalmente al otro extremo, a la Comuna de Forio, autentica casa de este viaje. Aqui por unos dias me olvido del mundo con mundo, con aguas claras y soles vecinos, amigos, como los de Panza (mas precisamente los de Cuotto), como los de Lucio, un argentino que trabaja desde 1990 en el Hotel Mediterraneo, donde me hospedo. Cava dell' isola, Citara, San Angelo, Cuotto. Perfeccion y buses colmados de gente, otra gente, mas del sur, mas amiga, a las que, obviamente, insto a separarse de Forio, comuna a la que pertenecen y que la tiene un poco olvidada, con el "Panza tiene todo para ser Comuna separada", con mi adn autonomista (en la diminuta Isla que no llega a 47 km2 hay 6 Municipios, perfectamente administrados, perfectamente posibles).
Se puede decir que escribo con el peor tiempo del mundo, es decir, sin tiempo. Con esa rabio de perderme cosas y no escribir, todo - como dije - sin tiempo, al mismo tiempo. Tambien que han sido estos dias un descanso exquisito, necesario, de eden tropical. Que han detenido los ajetreos, tostandonos la piel de mediterraneo. Panza. Forio. Ischia. Cuotto. Vino rosso. Biancos sphagettis. Noches de locos, de amigos locos. Locos como napolitanos. "Locos como el cuore, no el business", como me dijo Vicenzo, que habia vivido en Brasil y cenaba con su mejor en la mesa de lado, cuando problamos los mejores spaghettis al pomodoro mas ricos de este viaje.
A las 12 parte el tren a Reggio Calabria. Napoles - a la que volvimos de nuevo - nos despidio ayer con su San Paolo eterno, con dos taxistas locos como la ciudad (uno de los cuales queria salir a robar los tickets para ver el partido del Napoli contra el Olympiakus de Grecia que termino 3 a 0 a favor de los celestes). Nota aparte merece este templo Maradoniano: cuando no conseguimos entradas para el juego, y la gente de agolpaba, comenzamos a meter lio para poder entrar. "Andiamo tuti. Facemo la Revolucion" fue el grito buscando soldados pero que solo consiguio grillos de la noche y caras malas de los amigos tifosi. Igual logramos entrar al final, y cambiar dos camisetas argentinas por dos del Napoli y dos bufandas de Maradona. Esta ciudad, bien napolitana que ladra pero no muerde, con su peor cara (aunque ya amiga) de Piazza Garibaldi y su mundo, con las urgencias de urbe que parece en sin fin de obras, nos vio desayunar y recorrer veloces las tres cuadras que nos separan de la "Estacione Central" de Trenes, a tomar uno que se dirige a Cosenza.
Ya la via otra vez. Con rumor de Calabria. Con certeza otra vez. La vida vieja, nueva, lenta. Con quisieras de sangre, a la que nos dirijimos. Con voces viejas, nuevas, lentas. Volando, detenidos, los parpados. Perdido y solo, con las companias y rumores del tiempo, se escriben estas lineas, de nuevo sin instante de parar. Abracadabra de mi corazon. Sur de Italia. Talisman del porvenir. Verdor amarillo, verdor de trigo y montaña, de sembradio y tejas rojas. Arboledas distantes. Paredes blancas, rojas, conocidas. Mar azul y repentino, mar de Agropolis. Anden y gente que baja. Acordeon de tus cielos. Como tu cartel que vi en la estacion de Pompei: "Benvenuti al sud". 
Sin lugar al escribir, sin lugar de Procida, Postino, Beatrices Russos, Forios, aguas claras. Pero con la misma magia surrealistas de ser yo para no serlo, o ser mas yo, cual viajar, cual extrañar, como la edad en que descubris la poesia y las noches quietas, amigas, como esta de ahora, que ya se anhelan en el corazon. Me voy como Il Postino, usando sus musas, como me enseño su poesia.

«Y fue a esa edad... Llegó la poesía a buscarme. No se, no se de donde
salió, de invierno o de río
No se como ni cuando
No, no eran voces, no eran
palabras, ni silencio
pero desde una calle me llamaba
desde las ramas de la noche,
de pronto, entre los otros
entre fuegos violentos
o regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba».

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