sábado, 5 de febrero de 2011

San Cristobal de las Casas. Campeche

El viaje fue corto desde Puerto Escondido, a pesar del trayecto. Con Alejandro Filio en el auricular cantándonos su "sueño empapado en Tequila y en Revolución". Comimos unas tortas de jamón, de esas que comía el Chavo del 8, en la parada de ruta y el sueño nos despertó a eso de las 7 am en un San Cristóbal nublado, pero sobre todo, muy frió. Nuestro ya espíritu de mar y pacifico, de sol y de playa, lo sintió fuerte. De vuelta al abrigar, de vuelta a la ropa larga. Después de alojarnos en el Place Hostel (Pje. Cintalapa y Dugelay), nos fuimos a desayunar al Zócalo, a la plaza principal, tras recorrer sus tres cuadras peatonales y hermosas de la calle Real Guadalupe, cuando nos esperaba un mundo de pueblo en la unción municipal del mando.
Al rato nos separamos con Guille: él se fue a los Mercados y yo me quede recorriendo el centro, hasta que termine en un café de la otra peatonal, el Andador Eclesiástico, cuando me encontró el saludo de la alcaldesa, sentado, en esa calle. Cuando la procesion pasa con un nido de gente, por la calle contigua al Zocalo de esta ciudad, al ayuntamiento, dignifica después de todo un tiempo de mandato, de primera presidenta mujer que asume el ayuntamiento. Acá en Mexico no se los llama como allá "intendentes", sino "presidentes" municipales. Y hablando de presidente, ayer justo nos decían que el pueblo se había revolucionado por la visita de Felipe Calderón, el otro y estatal presidente.

San Cristóbal tiene color de pueblo originario, en sus calles, en sus gentes hablando tzotzi, el idioma de por aquí, indígena, inentendible, de la zona cercana de San Juan Chamula. Es, al mismo tiempo, una ciudad de gran turismo alternativo, de miles de bares para blancos y extranjeros que visitan cada año estas calles pequeñas y las casillas de tejados rojizos. Hasta encontré dos restaurantes argentinos, a los que no fui, y uno uruguayo.
A la noche del caminar mas frió Guille cocino unos fideos al tuco en la cocina del Hostel, haciendo una verdadera revolución con los pocos argentinos que estaban, que no pudieron a la tentacion de varios días sin comida "de casa" y se sumaron a la cena de siete, en el comedor principal. Hasta un vino conseguimos para volver a degustar algo de lo cercano y menos del chile picante de cada día.
Yo ya sigo sumando cosas increíbles en este viaje, cosas risueñas, para mi argentinidad, que no puedo relatar en totalidad, ya que son a cada instante, pero que ahora recuerdo aqui. Despues del Tenampa, ese insuperable antro de musica y toquesitos de Mexico Df, y luego de que observara en Oaxaca como en una tienda de electrodomesticos (al estilo de "garbarino") un señor probara una motocicleta a la venta dentro, con el ruido que hacia el motor y sin despertar el mayor comentario excepto mi sorpresa y risa, aquí vi un farmaceutico en la calle lateral del Zocalo con un micrófono y su delantal blanco que detrás del mostrador de su negocio anunciaba los remedios en oferta del día.
En la plza de la Iglesia de la Merced me repose un buen rato, cuando los tejados morados y derruidos me daban vista especial de los bajos de la ciudad, de la plaza principal. San Cristóbal es la ciudad con mas tejados españoles de todo Mexico, y se podría decir, de todo el mundo ya. No existen construcciones casi de otro material que no sea de tejados así, de casas bajas, pintadas de azul, de rojo, de amarillo, de empedrados empecinados en no estar parejos, como la cercana y revolucionaria Selva Lacandona.
Al día siguiente salimos hacia Campeche, en viaje de 12 horas y tras custodiar durante las horas de las 9 a las 12 de la noche el micro la policía nacional de caminos, previa hora de parados para coordinar la custodia de dos micros mas y el nuestro. Se notaba peligroso el camino. Y asi me lo relato el chofer, cuando paramos en un pequeño poblado a comer algo. A nosotros, sin embargo, sabiendo de los salteadores nocturnos y de los zapatistas cerca, no nos dio el miedo que si parecian tener otros del micro. A la selva Lacandona, enorme, oscura, la vi de noche, y poco puede decir, solo que me costo conciliar el sueño, que al fin llego, y me topo con Campeche, siendo el ultimo viaje largo de este periplo mexicano. A contrario del anterios viaje de Puerto Escondido a San Cristobal, este si se nos hizo largo.
Campeche es objetivamnete hermosa. Ciudad amurallada, casas pintadas, malecón que da al Atlántico y gusto del recorrer la ciudad vieja, pero a mi parecer, cual única ciudad hasta el momento, le faltaba algo. Tal vez alma, tal vez pueblo, voces del transitar. Quizás sea el cansancio acumulado de días, de dormir en bus y poco sueño, quizás tal vez el aire húmedo del Golfo de Mexico, pero mi juicio fue esta vez en contra, fue menor. Nos hospedamos en el hermoso Hotel Maya Campeche, calle 57 entre 14 y 16, dentro de la ciudad amurallada.
Excepto a esa hora que fuimos al Parque, a escasas dos cuadras del hotel, cerca de las 8 de la noche, donde un casamiento en la catedral con marichis y una fiesta del ayuntamiento con sus Jarochos nos volvieron a poner en perspectiva de pueblo a esta hermosa ciudad. Tomamos unas cervezas en las glorietas del parque y luego cenamos en un sitio frente, para dar una vuelta, para confirmar la falta de mundo de esta ciudad. Hoy se escribe mas que urgente desde una nublada Merida, pero hermosa por cierto, en relato que subiremos pronto, junto con la mañana de mañana, junto con la magia maya y Chichen Itza.
La bajada al nivel del mar, la bajada de los 2000 y pico metros de San Cristóbal y su bohemia, ya extraña el increíble mundo de Chiapas. Democrático. Libre. De justicia. De zapatistas y tzotziles.


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