lunes, 7 de febrero de 2011

Merida y Chichen Itza

Lo contrario a Campeche nos pareció Merida, a la que la belleza se le suma lo increíble de la gente, del alma de Yucatan, capital de este Estado mexicano. Ciudad donde el mundo te trastoca, del caminar, de la parva, de los parques, de humedad. Meridiana, gris y verde, el zócalo y catedral dominan sus ansias de ciudad grande, como de otro legado a tener. De trompetas de bolero y campanario, sus verdores se hacen cotidianos entre el caminar del yucateño pueblo. Hay amistad de itsmo, de península inmensa, de sabores generosos de platos ensalsados de rojo y chile. Hay después de todo magia de patrimonio, que quiere quedarse mas días aquí y no puede.
A la ciudad llegamos a la tarde, a eso de las 5, previas 3 horas de viaje desde Campeche. Caminamos con la dificultad de las mochilas a cuestas hasta el Parque Central (Zócalo), donde degustamos un corrido yucateño que nos despertó del sueño con sus chiles, carnes y salsas potentes. Nos hospedamos en el hermoso hotel Dolores Alba (Calle 63 entre 54 y 52), entre cuadros de Frida Khalo, galerías y loros que despiertan las mañanas.

Comimos un helado de guanabana y coco frente a uno de sus parques y a la noche tuvimos (creo) la mejor comida del viaje, en un restaurante italiano del exclusivo Paseo Montejo de esta ciudad. Luego, nos adentramos en un karaoke llamado "Cantamexico", entre la sorpresa de vernos extranjeros, entre el no dejarnos cantar el tango pedido, supongo por el ambiente festivo y el innecesario cambio de estilo musical de alegria.
Nos acostamos tardisimo y al otro dia, el levantarse temprano, al unico tour contratado de viaje, a las ruinas de Chichen Itza, una de las declaradas siete maravillas del mundo. El tour fue conveniente, ya que nos depositaba a la noche en Playa del Carmen y nos ahorraba un viaje mas.
A la Chichen Itza de mongolia, de hechizado eco y sonido retenido, llegamos a eso de las 11 de la mañana. Embrujo de tu pelotero de quinta maravilla declarada, la dualidad azteca nos convoco, parecida, en mayas y repartidos jaguares, serpientes y águilas, en soles y lunas, días y transmundos, calor de sol en la tierra. Con el sofocar las heridas en escasos metros de sombra, y días sin descansos de Merida y su Paseo Montejo, se hizo difícil pero prodigioso el paseo.
A la tarde, otro gran gusto nos dimos asistiendo a un cenote (en maya "ts'ono'ot" o "caverna con agua"), técnicamente una dolina (o espejo de agua) inundada que se encuentra en algunas cavernas profundas. Cenote "il kil" delicioso, escapado de cuento fantástico, refrescó la tarde antes del almuerzo a eso de las 4, antes de rayar de vuelo el chapuzon de agua dulce, helada, de peces negros y amistosos.
De entre las extrañas de la tierra salen estas aguas azules, azules oscurisimas, desnudas, entre las enredaderas verdes que caen del cielo, de los dos cielos: el de arriba y el de abajo. El de siempre y el de tus profundidades avisales. En la sumergida y duda que hicimos con guille, previo retrato desde arriba, del no conocer y de la curiosidad, del no conocer pero de la sumergida igual, quedamos atónitos.
El almuerzo fue rápido y la vuelta a Chichen Itza también, porque eramos los únicos del tour que debíamos volver, con otro micro y lleno de turismo, a Playa del Carmen, la ultima parada de Riviera Maya de este viaje que no quiere terminar. Ya de noche, ya cansados, se escriben las lineas de este "otro mundo" de esta ciudad, que empieza a extrañar al "otro mundo" mexicano de peninsula y yucatan, de Merida y mundo amigo.

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