jueves, 27 de enero de 2011

San Miguel de Allende y la ruta de Emiliano

Llegamos a San Miguel Allende, el "corazon de Mexico", a las cuatro de la tarde, caminando a mochila limpia la calle arriba hasta su Plaza Principal. A la hora que cae la tarde, recorrido de feretro y peregrinar de un sepulcro, de pueblo, por la calle lateral, mientras nos comemos unas quesadillas para engañar al estomago. Nos hospedamos en la "Posada San Sebastian", cerca de la Plaza de la Soledad, tan vieja como esta ciudad, rojiza y despintada, de empedrado desgastado, y macizo. Los últimos instantes de sus paredes rojizas, de sus balcones enrejados, antes de caer la tarde, suenan las campanas de la hermosisima Parroquia de San Miguel Arcangel.
Despidiendo los últimos momentos de la tarde que quiere eternizarse, en esta ciudad corazón, nos tomamos unas cervezas frente a la magestuosidad de tu pasado y parque.
A la noche comimos unos tacos al paso frente al Mercado que ya cerraba, tan baratos como el aire de esta ciudad. Estábamos cercanos a otro parque, el de la Soledad. Así nos apareció San Miguel la noche de anteayer, con unos mariachis en la principal, trompetas que se pierden entre las luces de San Miguel Arcángel, estrellas de cielo oscuro, casi negro, y sin pueblo en martes de noche.
Vueltas por tu cortadez, tomamos unos cubatas en el bar mamamia, "el único que vimos abierto" en este desierto encantado de este pueblo. La vuelta a nuestro albergue, la hermosa Posada de San Sebatian, con su patio español y sus galerías acordes a esta ciudad de ensueño, fue desolada. Sin mundo a eso de las doce de la noche, cuando la ciudad de hechizo mejor se aprecia, mejor se siente.
Al otro día salimos previa pizza de jamón (un poco agobiados de chiles, tacos y tamales) rumbo al DF, central del norte. Previa hora de metro (trasbordos incluidos por tres lineas) llegamos a Tasqueña (central sur) a eso de las 8 de la noche. Partimos rumbo a Cuautla, partimos para sentir algo del "gran insurrecto", la ruta de Emiliano Zapata.
A la ciudad donde descansa Don Emiliano llegamos tardisimo, a eso de las 23.30 hs., hospedandonos en el confortable Hotel Colonial. Aquí se escriben estas lineas urgentisimas, sin tiempo, de tanto pueblo peregrinar por sus calles angostas, de tanto escases de turismo, que nos miran en cada vuelta de esquina.
Hace una hora visitamos la tumba de Emiliano Zapata, en Cuautla, Morelos. Merecido silencio a otro de los gigantes de la tierra, en estatua inmensa de su presencia, que recuerda su porte y su Plan de Ayala, resumido en esa histórica frase con que se resumió al mismo: "tierra y libertad". No teníamos "azucenas blancas" para llevarle de ofrenda, como dice el corrido, pero le entregamos el respeto a dignidad y la de sus generales y soldados, que te nombran en el parque.
Emiliano nos recibió con el sol del mediodía en lo alto, ese sol florido, de calles quietas, despintadas y dignas, de luz brillante. General de los inflexibles, ruiseñor de los intransigentes, cultivador de un alma heroica pese a su condición campesina, excepción de muchos lideres revolucionarios que se hicieron tales previo ser hacendados y ricos. Emiliano no. Fue pobre, y así se mantuvo toda su vida. Ni siquiera tierras dejo a sus hijos tras su muerte en abril de 1919.
El Gran Insurrecto, te acabo de ver, y trocaste el tiempo de esta mañana de enero, como una caricia en el alma. Continuo viaje para su casa natal de Anenecuilco, para tu Cuartel General de Tlaltizapan, pero ya te cargue en mi retina por donde descansas eterno, tocayo que fuistes valiente, por amar a los pobres y dar libertad. Que poco y que tanto. No hay palabras para este día.

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