jueves, 10 de diciembre de 2009

¿Que tiempo dura la alegría?

¿Que tiempo dura la alegría?. En este sitio, latitud y universo, justamente, parece no tener fin. Siguiendo los legados de sus poetas y de sus mayores, los uruguayos y uruguayas han decidido defenderla como un principio, como una trinchera a "la miseria y de los miserables".
Este domingo 29 de noviembre las crónicas dirán que a las 20.25 de este día lluvioso José Mujica de 74 años, ex dirigente del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, se proclamó Presidente de Uruguay al derrotar en segunda vuelta al candidato del Partido Nacional (Blanco) Luís Alberto Lacalle. También dirán objetivamente que el 52,7% que saco el candidato del Frente Amplio – contra el 43,2% del “blanco” – reafirma por encima incluso del resultado obtenido en 2004, en primera vuelta, por el actual Presidente Tabaré Vázquez.
Ahora bien, las cronologías no se acercan a lo vivido en esta ciudad de cercanía de gente y espacio, a la Montevideo parsimoniosa y encantadora, que en cada esquina miraba esperanzada la nueva jornada, con la seguridad en el mañana, en el devenir de rambla y tarde.
La jornada amaneció con lluvia, como un buen presagio. Eso no impidió votar a los casi 3 millones de uruguayos a lo largo y a lo ancha del "paisito", como le gusta llamarlos a ellos, incluso en los departamentos de Paysandú y Treinta y Tres, donde la lluvia obligó a evacuar a unas seis mil personas.
Los comicios se desarrollaron con normalidad y con alta participación. "Hay gobierno del Frente pa´ 20 años", nos dice Pedro, joven militante del Partido Socialista, integrante de la Coalición gobernante. "Ahora Pepe y en 5 años Tabaré de nuevo. Ta´claro", nos repite, con sobrada confianza.
Pepe, otro Pepe, dueño del Bar Nueva York desde hace 43 años, en la Ciudad Vieja, afirma que votar por blancos y colorados es votar contra su bolsillo, por lo que su voto de bien temprano a la mañana había sido para su homónimo.
Las horas se detienen, a eso de las tres, con la tarde a punto de dar un grito de júbilo que llega, antes de lo anunciado, horas después. En bocinas de autos, y tropel de amigos en festejo, las banderas flameantes, no cesan. Los niños cubiertos en millones de ellas: rojas, azules y blancas, sinnúmero de telas que parecen envolver a la multitud. Son las 21.30, cuando el mismo ímpetu de esta jornada nublada explota en el saludo “del” Pepe a su pueblo, el “Pepe de la gente” que gritan los botijas, con el Río de la Plata de fondo, con el torbellino de viento y lluvia.
Después, el disfrute. ¿Qué importa la tormenta?. Desfile interminable de pueblo y juventud, por la 18 de Julio, cantando por “los blancos y colorados que no volverán”, mientras la ciudad va retomando su calma característica. Los montevideanos hoy son realmente impertinentes, en eso de recuperar el habla y la utopia, de “situarse en una historia que es la suya”, como dice Benedetti.
Pero flota en el aire una esperanza, que le cree a Mujica, ese hombre que lleva consigo un personaje de si mismo, cuando afirma que “una política social hoy es una política económica para mañana. Porque desde la pobreza se produce poco y se consume menos” y que “gobernar no es hacer lo que se quiere. Gobernar con una visión progresista es zurcir todos los días. Es tejer incansablemente alianzas políticas y, sobre todo, alianzas sociales”. Que interpreta lucidamente que “si los blancos y colorados pasan los próximos 5 años a la intemperie, van a completar su renovación y van a estar dirigidos por gente con miras más altas que acomodar a sus muchachos en los carguitos”.
Parece mentira, a veces, tan cerca y tan lejos de nosotros. Ayer unas amigas periodistas nos explicaban con una paciencia que envidia los interminables menesteres de las internas uruguayas, que invitan a reflexionar, pero a entender que la apuesta pasa por la educación, la producción y la solidaridad. “Me parece que se juega en 4 procesos” – dice Mujica – “sacudir la educación, acompañar la explosión productiva del agro, cuidar la honradez y procurar los acuerdos políticos que permitan hacer los 3 primeros asuntos políticas de estado”. Parece fácil, yo creo que en cierta forma lo es, cuando se tiene claro el camino. El tiempo dirá.
Lo que si es claro es que esta bocanada de ilusiones y pueblo, que piensa en sí mismo pensando en el país, no se ve todos los días por allá (por Argentina). ¿Será acaso cuestión de magnitudes? ¿Serán cuestiones de culturalidad? ¿Que nos diferencia a un gerliano de un habitante de La Teja, a un porteño de un montevideano? Creo que poco y nada. Y sin embargo…
Impertinentes, como el aire del Puerto, el viento que forma la caminata de las seis por la Rambla, los montevideanos decididos demostraron en este día que la alegría dura una existencia y que el libre albedrío entiende que hay que defenderla, a pesar de las obligaciones, de los pasares diarios, de las ausencias transitorias y las definitivas, como un destino por escribir. Colectivo y de sueños, de sacrificios y años, que casi envidian por cercanía y alegran por hermandad.
Hoy la alegría dura una vida. Y recupera el habla y la utopia. Sin prisa y con memoria, en una historia que es la suya.

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