muere sin saberlo.
Cuando se ilumina
toda de lila.
En pleno diciembre.
A la hora más lenta.
La siesta obligada
del jacarandá".
Jaime Roos
Montevideo me recibe alumbrada de esperanza, como queriendo más. Es, después de todo, tal vez su destino, como el mirar al mar. Soplan sus olas y me alumbra un viento circular. En Durazno. Envuelven su candidez como una caricia amiga, como un gorrión que encierra en su mirar. Por Convención. Azul de enfrente. Dos barrios. Solo para el retrato, para contarte, cómo va la cuestión.
Efecto especial, nostalgia que te recuerda y proyecta mis propias dudas en el futuro. Incierta la certeza de no volver, en esta ciudad de pasado, que me trajo una canción. Compañera de un principio y un después, de estar solo, acompañado, siempre. Arcángel de tus seis cerros, de tu barrio sur sin disfraz, de tu paquetería (in)ostentosa. Argentinidad oriental y cercanía. Distancia corregida. Hora de mar. Sonando Guillen impertinente en Milanés, a la vuelta de la esquina.
“De qué callada manera
se me adentra usted sonriendo
como si fuera
la primavera
(Yo, muriendo.)”
Hay en el aire olor a rio, y a mar, en rio, que la brisa trae desde Convención. Mezclado con un tenue bandoneón que acampa en tu siesta, retumbando melancolía. Sin quererlo, se aparecen tus dos mares y traen la lumbre que confunde los deseos. Mendigo sin pueblo, en Durazno y Convención. A la hora más lenta.
Te quiero ciudad atemperada porque nunca me pediste nada a cambio para darme amistad. Te brindaste ciudad aspirante, que mi niño quiere atesorar. Entera a versos y crucifijos, respetuosa de mis miradas. Ventana de mis impresiones, brillos con sabor de encantamiento. Cuando tus cambios comienzan el viaje, y una pequeña luz para soñarte oriental, en patria o tumba, empieza imaginada el monologo infante.
Capital afrodita, lejana y quieta, del sur del mundo. Paisito y fraternidad. Anonima y personal. Te requieren los ejemplos del animarse a más. Siempre a más. Más de vos, nunca menos. Cual tu heroico pueblo, que comenzó los cambios. Debería profesar una enmienda a tu delgadez, a tu 18, a tu brisa liviana, de poblado en urbe. Insisto con tu caminata lenta, y vos insistís en dejarme perder tras tu barrio viejo, que empieza aquí. La miniatura, en amor.
Yo fui una vez, mi yo, en Durazno y Convención. El cielo. El mar. El mediodía. Bendita vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario