La tarde cae en la Rua de Barao da Torre del barrio de Ipanema. Suena alguien que resulta ser Jorge Aragao, ruiseñor, sambista, abrazado. La brisa del mediodía quedo atrás, en esta Rio eterna por descubrir, ruidosa armonía de playa y letras de mar. Limão, coco, garota, camarões com sal, sol, gelado, tiempo que no pasa, cielo que hunde morro y belleza. Retornamos ayer tarde, a eso de la una de la mañana a la Pousada Bonita, cuya particularidad es haber sido morada de infancia del gran compositor brasileño Antonio Carlos Jobim. Venimos de una semana increíble de la calma y roca de Paraty, histórica ciudad de sangre morena, con sabor a pescado y esquina de acordeon. Las playas de Trindade, cuarenta minutos al sur de Paraty, nos vieron llegar también, con gotas de lluvia y señales de calma, de hogar de horas de sol.
Lo de Isla Grande (Ilha Grande) nos precede a hoy y ya se extraña la calidez de Cristina, dueña de la Pousada Vangas o Antonio de Moralez, nunca supimos realmente, si el primero o el de su abuelo, cual la calle que lleva el nombre de él, uno de los fundadores de la pequeña Abraão. Cristina y su acento catalán es de esas personas que uno se lleva en la retina para siempre. Simple. Amena. Néctar de vida. Contagiosa amorosidad, abracadabra de la lluvia y los "tal vez". Nos hizo conocer a otro grupo de amigos brasileños, Rodrigo y Leonardo, del Flu y del Fla, con sus respectivas novias, que nos brindaron una noche de risas e ilustración de cultura brasileña.